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19 de agosto de 2016

Aceptando nuestra condición




Así como en un momento de la historia de la evolución del hombre se tomó conciencia de la existencia, por tanto de la desaparición del propio ser (la muerte) y ante la falta de respuestas probablemente nació y se fomentó la religión, parece que actualmente estamos en un momento en que, como una versión de lo anterior, nos negamos a aceptar el envejecimiento como fase previa a la desaparición y proliferan a nuestro gusto disciplinas que afirman garantizar, el retrasar lo máximo ese momento y nos prometen remedio para todos los males, cuando el tiempo inexorablemente pasa y nuestra sabia naturaleza encuentra al fin el camino lógico de la evolución, poniéndonos en nuestro sitio.
Cualquier sustantivo seguido de terapia nos da una pista a lo que me refiero, después están los nuevos nombres de pila, por aceptación principalmente de la terminología de otros idiomas, reiki, mindfulness, etc.
Ya atisbamos a través de enfermedades importantes y en su momento terminales como el cáncer, entendido como el fallo de la exacta replicación con respecto al número de veces, frecuencia con que se realiza. A las enfermedades mentales de deterioro de memoria y capacidad cognitiva y de razonamiento, como consecuencia de un desgaste en su utilización materializado por la invasión de una proteína que impide el funcionamiento normal, que invalida la pretensión de estar por estar, el tiempo indefinido que queramos, a cuento de qué.
La propia naturaleza nos da pistas.
No deberíamos olvidar la imperiosa necesidad que el parapléjico Sampedro de la playa de “las Furnas”, tuvo en su momento para decidir dejarlo aunque su calidad de vida fisiológica en apariencia parecía buena.
Aceptar la condición que nos impone el tiempo adecuando nuestro comportamiento a tal condición hace que nuestra calidad de vida sea mejor, con menos ansiedad y angustia.
Siempre son bien recibidas las ayudas externas, como este curso virtual de “Educación para el envejecimiento”, de nuestros amigos de la Universidad de la Plata en Argentina.
csl.


18 de agosto de 2016

Predicar con el ejemplo



Predicar con el ejemplo.
Un regalo de NATURA como recordatorio:
NATURA, que nombre mas humilde y mas precioso, son tiendas, franquicias y algo más que nos reconcilia con la clase empresarial en España.
Un fragmento de un párrafo del manifiesto de Natura, dice:
Nos sentimos muy comprometidos con nuestra responsabilidad de mejorar en todos aquellos aspectos que son claves para proteger la salud de nuestro planeta.
https://www.naturaselection.com/es/acerca-de-natura.
Compré unas varitas de incienso Nag Champa y me dieron este regalo.
Me hago eco de las inscripciones de una bolsa de papel reciclado:
Acuèrdate de:
Ver nacer y despedir al sol, en un mismo día.
Regalar flores.
Reirte de ti mismo.
Recorrer tantos kilometros con los pies como con la mente.
Perder la vergüenza fuera de la ducha.
Poner un pie en cada uno de los siete continentes.
Aprender otro idioma y enseñar el propio en el extranjero.
Perdonar, ha sido siempre de valientes.
Experimentar la ingravidez-
No querer jubilarte.
Echarle una carrera al tiempo.
Amar mucho y muy bueno.
Dormir mucho y continuar teniendo sueños.
Colarte en una fiesta y conseguir que sea interminable.
Gritar en un bar "¡La siguiente la pago yo!. Y cumplirlo.
Hacer el amor donde nunca lo harías.
Correr en pelotas bajo la lluvia.
Vivir sin Internet 24h. y queno sea por falta de cobertura.
Conquistar tus miedos.
Tumbarte bajo las estrellas.
No comprar billete de vuelta.
Tener siempre mas proyectos que recuerdos.
Saber si fue antes el huevo o la gallina.
Alcanzar la cima de todos tus proyectos.
Confesar algo gordo.
También en Inglés.-
Remember to:
Watch the sun and set on the same day.
Give flowers.
Laugh at yourself.
Run as far with your legs as with your mind.
Lose your inhibitions inside and outside of the shower.
Visit each of the seven continents.
Learn another language and techa your own abroad.
Forgive, like the brave has always forgiven.
Experiment with weighlessness.
Not want to retire.
Run a race against time.
Confess to something big.
Sleep a lot and keep on having dreams.
Gate-crash a party and make it last forever.
Shout "the next round´s on mel" in a bar. And then keep your promise.
Make love somewhere you normally wouldn´t.
Run naked in the rain.
Live without the Internet for 24 hours, and not just because you have no signal.
Conquer your fears.
Sleep under the stars.
Noy buy a return ticket.
To have more plans than memories.
Know which come first, the chiken or the egg.
reach the top in all your plans.
Love a lot and well.
Gracias por recordarnos estas ideas.
csl.

10 de agosto de 2016

EL PAN







EL PAN
Pocas cosas hay en este mundo que de una fórmula relativamente sencilla se obtengan resultados tan diferentes.
A saber, harina de cereal, agua, sal y levadura = pan
Podemos concretar algo más, añadiendo las acciones:
Harina de cereaL, agua, sal, levadura, amasado, reposado, horneado = pan
Y compartiendo los ingredientes:
Harinas de cereales, agua, sal, levadura - as, amasado, reposado, horneado = pan
Dependiendo de su formulación gana horas y días al tiempo (panes de masa madre). ¿Habremos conocido algo tan mágico?
El resultado es fantástico, sirve como base en la liturgia religiosa “el pan nuestro de cada día dánosle hoy” y es el pan de la “Santa cena”, la celebración diaria con el “pan y el vino”, como resalte de los atributos de las personas “estás como un pan”, como atributo de la naturaleza, ”el árbol del pan”.
Nos mantiene en los límites, “a pan y agua”.
Sirvió como plato, literalmente, soporte físico para otros alimentos, dando lugar a una palabra hogareña y preciosa, la hogaza.
Y hasta la historia (gastronomía) le reconoce ganar más de una batalla después de muerto.
En la época actual de la opulencia, la mayor parte de estas recetas obligan a comprar pan de un día para otro para obtenerlo añejo o reseso, depende donde se diga. Pero hace no mucho tiempo, el estado de necesidad hacía que ese pan sobrante fuera maravillosamente reciclado en unas recetas sobresalientes.
Bellas palabras, rebanada, hogaza.
Hubo una época en la historia moderna de España, cuando ya los españoles se organizaban según tendencias modernas como una república, que fue truncada por el desacuerdo de algunos e impuesto por la fuerza. Se pasó hambre en aquella España, entonces se valoró especialmente el pan blanco, era un deseo, porque también era sinónimo de estatus.
Hoy el pan blanco hecho con harinas "muy refinadas" entra en contradicción con algunos trastornos como el estreñimiento y ha dejado de tener aquel éxito y hablamos de panes multicereales, integrales, de términos que vuelven como el salvado, etc. Nuestro acomodo y sobreprotección hace reaccionar a nuestra naturaleza influyendo en el sistema inmunológico dando como resultado personas con intolerancia a algo tan común como el gluten, pólenes de las gramíneas, etc. Las recetas indicadas a continuación están ajustadas a este tipo de pan blanco, era el que había cuando fueron realizadas.
Orientaciones medidas:
1 Cucharada sopera de aceite equivale a unos 15 ml.
1 cucharada de vinagre = 15 ml.
De sal 1 cucharada = 15 Gr.; 1 cucharadita= 4,6 gr.
 Tener en cuenta la recomendación de la OMS, 5 grs- diarios de sal. Educar el paladar de los niños mediante un régimen alimentario constituido principalmente de alimentos no procesados sin sal añadida.
Utilizar algún condimento compatible en sustitución como la pimienta, etc.
Consideración:
El ajo debe cocinarse hasta el dorado, más allá amarga y se estropeará la receta.
El pimentón tiene un tratamiento similar, es muy fácil de sobrecocinarse, amargando.
Las recetas son:
Sopas de ajo (sopa castellana)
10 dientes de ajo
6 huevos (1 por persona)
12 rebanadas de pan duro
150 g de jamón serrano
2 litros y medio de caldo de carne, el caldo de carne o un hueso de jamón es para nota, si no disponemos de ellos lo haremos con agua en el más genuino y austero castellano y el resultado también será bueno.
Sal y pimienta (al gusto)
2 cucharadas de pimentón dulce de la Vera
50 ml de aceite de oliva virgen extra
Pelamos y fileteamos los ajos, no es necesario que sean muy finos. El ajo debe dar olor y también proporcionar la emulsión entre el agua y el aceite para que la sopa sea excelente. Reservamos en un cuenco.
Elegimos una cazuela grande, calentamos el aceite en el fondo e introducimos el ajo. Salteamos hasta que comiencen a coger un color dorado (pero cuidado que no se arrebaten). Añadimos también el jamón cortado en trozos pequeños. Removemos con una cuchara de madera de manera envolvente hasta juntar bien los sabores.
Cuando los ajos tengan un color miel tostado añadimos 6 rebanadas de pan duro y les damos unas vueltas. Retiramos la cazuela del fuego y espolvoreamos con el pimentón dulce. A mí me gusta así aunque mucha gente lo hace con pimentón picante, todo depende del cocinero/a.
El pimentón cumple una doble función: colorea de rojo el pan y además proporciona aroma. Es importante hacerlo con la cazuela fuera del fuego para evitar que el pimentón se queme. Y que todo quede con un desagradable sabor amargo que nos fastidiaría la sopa.
Tortilla de pan:

 3 huevos
3 o 4 cucharadas de leche
1 trozo de pan duro o 2 cucharadas de pan rallado
Perejil fresco
1 diente de ajo
Sal
En el mortero ponemos el ajo pelado, una pizca de sal y un poco de perejil, lo machacamos todo bien.
Batimos los huevos y añadimos los trozos de pan. Incorporamos el majado y la leche. Dejamos unos minutos para que el pan se hidrate.
Ponemos en la sartén un poco de aceite y vertemos la mezcla.
Cuajamos la tortilla por ambos lados.
Gazpacho:
1 kg. Tomates
¼ Barra de pan
½ pimiento verde
¼ pepino pelado
½ vaso de agua
¼ de vinagre
½ vaso de aceite
Sal
Pico el tomate, le añado el pan en trozos quitándole la corteza vale el pan del día anterior y el pimiento y pepino en trocitos, se le añade algo de agua, sal y vinagre, se bate todo y una vez batido, chorretón de aceite. Finaliza el batido, lo pasas por el chino y a la nevera.

Ajoblanco:
Miga de pan (barra sin corteza) mejor pan blanco candeal, se parte en trozos. Remojado en agua fría desde la noche anterior o una hora. Unos 200 grs.
2 dientes de ajo sin el germen (puede ser uno, depende del gusto de los comensales)
Aceite (100ml)
Vinagre de jerez (30ml)
Sal (pizca al gusto)
Almendra molida 125 grs.
Se pican bien los ajos y se añade al pan la almendra, aceite bastante, vinagre escaso y pizca de sal y a la nevera.
Antes de servir añades agua fría hasta que quede lo espeso que se desee.
Se puede servir con bolas de melón, uvas sin pepitas. Un contraste dulce salado, pero muy fresco.
Salmorejo:
150 ml de aceite de oliva virgen extra
1 K. de tomates rojos bien maduros.
200 g. de pan de telera cordobesa o si no encontráis pan de trigo blanco (mejor que tenga un día o dos)
1 diente de ajo de Montalbán o similar (la cantidad de ajo al gusto, mucha gente le añade sólo medio)
10 g. de sal (al gusto)
El salmorejo es una crema servida habitualmente como primer plato, su elaboración es muy sencilla e incluye un majado o triturado de miga de pan, si es telera (pan de masa dura típico en Andalucía) mejor, ajo, aceite de oliva virgen extra, sal y tomates.
Picatostes: que alegran y hacen que crujan purés, papas meneás (no me olvido de los torreznos), etc.
Al sacarlos de la fritura que reposen sobre un papel de cocina absorbente para retirar el exceso de aceite.
Tostadas:
Nos anima el día las tostadas mañaneras. En su punto moreneado.
Migas manchegas y extremeñas
500 gr de pan español
•250 ml de agua
•8 dientes de ajo
•200 g de chorizos frescos
•4 lonchas de panceta fresca
•1 pimiento choricero
•aceite de oliva virgen extra
•sal
•500grs. de uvas blancas
perejil
Corta el pan en dados y colócalo en un bol. Añade un poco de sal al agua y vierte sobre el pan. Envuélvelos en un trapo blanco, volteándolo de vez en cuando el paño para que se reparta mejor la humedad. Deja que repose por lo menos durante 2 horas en el frigorífico.
Corta la panceta en daditos y fríelos en una sartén con un poco de aceite. Cuando se dore, añade el chorizo cortado en rodajas. Desbinza (sin semillas ni rabo) el pimiento choricero, trocea y añade hasta que se tueste. Escurre.
Agrega un poco de aceite limpio a la tartera, añade los dientes de ajo enteros y pelados y dóralos un poco. Agrega las migas (humedecidas) y remuévelas constantemente con una cuchara o una pala hasta que queden sueltas y doraditas.
Agrega el chorizo y la panceta. Mezcla todo bien hasta que el chorizo y la panceta se calienten. Maja el pimiento choricero y añade. Mezcla bien y sirve. Añade las uvas y decora con perejil.
Migas extremeñas:
•500 gramos de Pan (preferentemente del día anterior)
• 1 pimiento rojo
• 50 gramos de Chorizo
• Aceite de Oliva
• 1 cabeza de ajos
• 50 gramos de tocino
• Sal
•En una fuente amplia, colocamos las rebanadas de pan cortadas anteriormente, una pizca de sal y un chorro de agua (utilizar un colador) para remojar el pan por igual.
•Tapamos con un paño la fuente para que se empape bien y dejamos reposar. Por otro lado, cortamos el chorizo y el tocino en trozos muy finos y lo sofreímos en una sartén con un chorrito de aceite de oliva, hasta obtener un color dorado.
•Cuando estén cocinados, sacamos, escurrimos y reservamos el chorizo y el tocino.
•Utilizamos la sartén donde sofreímos el chorizo y el tocino, para dorar los ajos, que deben estar enteros y el pimiento rojo.
•A continuación, incorporamos el pan, mezclándolo todo bien hasta que el pan obtenga un color rojo.
•Incorporamos a la sartén el chorizo y el tocino reservados anteriormente, cuando el pan esté desmigado y suelto, mezclando todo bien.
•Comprobamos el punto de sal y cuando estén cocinadas, las dejamos en la sartén a reposar. Servimos caliente
Según vamos teniendo más facilidades para publicar, nos vamos encontrando con que el número de versiones es inasumible, por lo que como ya he hecho con las versiones de los programas ofimáticos me he preocupado por divulgar la esencia de lo conceptual para que el lector pueda entenderlo y tomar sus propias decisiones.
Lo que ya parece irremisiblemente que sea descartado, en los fondos de las bolsas y  se convierte en pan rallado, abrigo de las soberbias croquetas.
Y el menú de fiesta:
De primero: Sopas de ajo
De segundo: Tortilla de pan
Y de postre: Torrijas con leche, canela y miel
Ante producto de tal magnitud, no creen que debería ser obligatorio, en la “Educación para la vida”, dedicarle una buena práctica para elaborarlo y de esta forma no quedara un solo alumno/a que no tuviera esta experiencia.
csl.


29 de enero de 2013

Los placeres de la vida






La red Internet es muy amplia y difícil de abarcar, sin duda esconde auténticas joyas y maravillas que cuando las descubres no puedes más que compartirlas. Aquí tenéis 1 minuto 4 segundos de miradas furtivas y cómplices ,de placer controlado y pactado, sin empachos, lo justo, para seguir el camino. Nos sorprende que sea un pequeño de corta edad, él que nos da la lección. También del obediente amigo.


csl.



19 de octubre de 2012

Mis primeras experiencias.



Se formó el concepto de mí de dos partes que se ansiaban, y en un instante se desencadenó la inevitabilidad de la naturaleza de mi vida, ambas con la inicialización de los programas que van a permitir que sea yo quien soy.

Sensaciones extremadamente delicadas y débiles, poco definidas, burdas en su calidad pero arrolladoras en principio. Es la salida del viaje de la vida en el cuerpo que aún se está formando y que lenta y vertiginosamente avanza a su fin. Poco a poco vamos incrementando nuestro poder sensorial y consciente; nos acercamos al exterior preparándonos para un gran paso, la vida libre.

Debí sentir la única y desagradable sensación de haber hecho algún esfuerzo extraordinario y notar la presencia de cuerpos duros así como una terca gravidez me pegaba siempre hacia el suelo. Una tenue claridad al principio y después fuerte, percibían mis ojos, y aquel obstinato constante se había interrumpido sobresaltándome ahora por los bruscos y desacompasados ruidos que llegaban  mis oídos. Físicamente estaba en en la etapa más delicada y sensible de mi vida. Noté por primera vez como mi piel se había secado, lo que hacía un momento hubiera sido algo inédito, que el aire entrara en mis pulmones, ahora ya era un mecanismo automático  apenas imperceptible y tanta y tanta sorpresa, es que….. ¡Había nacido¡….. y amaneció un nuevo día con su frio velo de bruma en constante lucha con el rey del día, que aquí donde estoy ahora, pierde muchas veces la batalla, y un olor suave y penetrante invade la realidad de la vigilia.

A intervalos regulares en el tiempo, una magnitud todavía incomprensible, comencé a experimentar mis dos primeras sensaciones antagónicas, la presencia de mi madre que tanto sosiego y felicidad me daba y la ausencia de la misma con su frio y esquinado mundo. Quizás fue mi primera sensación razonada.

Me encontraba en un mundo mas incómodo que el de antes, aquí nacieron  mis necesidades que me producían un reflejo en la garganta que me obligaba a gritar en un irritante y desasosegado llanto que solo era calmado con el seguro y preciso ritmo de los latidos de un corazón que de sobra era conocido para mí, y de un suave, cliente y húmeda piel que abrazaba, colmándome de gozo y me permitía sumergirme en el mundo de mi mente donde los circuitos de las pautas de conducta pasan de ser un esbozo para convertirse en una magna obra de ingeniería creativa que nos condicionará siempre.

Me asustaba de mis propios gritos, temía al vacío, hacia ruido en silencio, ¡Me sentía vivo!, tuve frio y me producía  inquietud que intentaba evitar con algún movimiento.

Lentamente el automatismo que me procuraba mis actos reflejos fue aflojando su presión y comenzó el débil empuje de la decisión inconsciente, pero ya decisión.

Aquellas sombras grandes y pequeñas se fueron matizando aún en un mundo de blanco y negro y aparecieron las formas, aquellos ruidos todos iguales, desconocidos, se hicieron más fuertes o más débiles, aquellas pieles más calientes se tornaron ásperas o suaves, ¡Iba creciendo!.......

Mi empapada boca derramaba precioso liquido claro, suave y amargo que tanto me agradaba provocándome el primer solapamiento del placer anulando el dolor que me ocasionaba la acción de mamar en los labios.

Me acostumbré a aquel olor peculiar y me costaba separarme de él hasta que aquel satisfecho sueño, en un instante, se apoderaba de mí y me hacía revivir todas mis enormes experiencias que atónito veía pasar por su ventana.

Mi circuitería crecía basándose en datos recibidos, datos propios que entraban por mis periféricos, me debí sentir responsablemente importante y cuanto más se completaba, más descubrimientos, más datos recibidos,…….

Algo se debió esbozar en mi mente en forma de tiempo cuando aquellos deseos convertidos en necesidades que no se saciaban, se repetían y mantenían viva otra experiencias igual, debí aprender a recordar, debí aprender a comparar.

Nunca me preocupé de mí, aunque me sentía, me limitaba a vivir asombrandome de la vida misma. Aquella formada sombra que apoyada en su olor y en su tacto tanto me regocijaba, pronto aprendí a diferenciarla y cuando con ella estaba , algo mágico y palpable flotaba, ¡Era mi madre!.

Crecí mediante procesos enormemente laboriosos, absorbiendo toda la información que tenía a mi alcance.. Mi mundo equinado, frio y duro, mis sombras si forma, mis ruidos sin tono, mis pieles ásperas, se opusieron mediante esta exasperante terquedad por acercarme al entorno suave, caliente, nítido y redondo; quizás fue mi primera lucha que no acabará jamás hasta después del acto de morir.

Esta etapa nebulosa donde se encuentran las primeras experiencias aprisionadas por el caudal de las experiencias conscientes e influyentes en la consecución de la vida; pugné por alcanzarla bajando por la oscuridad y encendí la luz curiosa para verme a mí mismo, me asomé a mi interior y vi.
Escrito el 20 de octubre de 1982, inspirado en mi hijo Carlos, nacido el 21 de Septiembre de 1.981.

 csl.

14 de noviembre de 2009

AUATIF ¿UN CUENTO REAL?


Mohamed Asir, nació en Mauritania en una tribu nómada que cada cierto tiempo llegaba a Nouadhibou. Tenía 12 años cuando comenzó a oír las palabras Tenerife y Marsella, en su cabeza idealizó estos lugares y su vida polarizó un objetivo, llegar a ellas. Prometían una mejor vida.

Mohamed era muy diestro con sus manos y su fortaleza juvenil le hacía dueño de su mundo, desde colaborar en tareas de pesca, manejo de animales, transporte de bultos, orientación en el desierto, creador artesano. Orgulloso y honesto, capacidad de sufrimiento y respetuoso con los demás por su conciencia religiosa.

Cuando Mohamed tenía 16 años se tropezó con una caravana de gente muy diversa, nigerianos, senegaleses, guineanos y algunos mauritanos. Iban al norte, a Europa, ilusionados y atemorizados, escapando no sabia de que, pero se iban con lo puesto,... No se hizo más cábalas, tendrían su motivo.

Dos años más tarde otra caravana volvió a encontrarse con Mohamed. Algunos le eran conocidos, tenían los ojos hundidos, no sabían donde ir – caminaban porque la caravana se movía - . Mohamed preguntó, ¿qué pasó?..

Aquellos ojos grandes, cansados, miraban la arena. El del turbante azul le miró con ojos profundos y le dijo:

Embarcamos y llegamos a otra costa, hacinados, fuimos arrojados a la playa y corrimos lo que las fuerzas nos dejaron. Nos perdimos de vista unos a otros.

La sed me ansiaba y el frío me agarrotaba, aún así llegué a un grupo de luces. Según me acercaba los ladridos de los perros retumbaban más en los oídos. Un pajar me dio cobijo. Un tiempo para calentarme, después volvió a morder en mi la sed. ¿Por qué tenía tanta sed?, un vaso de leche de camella o de cabra y salvado.

Fue agua lo que me sació, al lado del pajar había un abrevadero que descubrí después del susto que me acompañaba, aspiré el agua como un camello y no me importaron los sólidos que encontré.

Los perros volvieron a ladrar.

Las estrellas se camuflaron entre la luz naciente que dio color al cielo.

Ruido de puertas en las paredes blancas, sonidos de pasos en los empedrados caminos.

Mi corazón se salía del pecho impidiéndome oír todo lo que quería.

Seguí entre la paja los pasos eran cada vez más nítidos.

El sol rojizo comenzó a alumbrar el pajar.

En mi mente, que no venga con perro.

Una sombra ocultó el sol en el umbral del pajar. Tuvo intención de entrar, al fin se alejó para volver de inmediato con una horca encima de un carro con rueda. El hombre de túnica corta de cuadros y parte de abajo oscura, asió el tridente y lo hincó en la paja cerca de donde yo estaba, y fue traspasando paja al carrillo. Cuando lo hubo colmado lo asió por las varas y lo empujó fuera.

Volvieron a ladrar los perros.

No sabía que hacer, si salía, ¿que decía?.

Vuelta la sed, - apretaba -, debía ser por el miedo.

Me sentía tan distinto del hombre del lugar, y tan igual.

Tampoco podía continuar mucho tiempo allí.

¿Qué harían cuando me vieran, que pensarían de mí?, ¿Sentirían miedo, temerían daño por mí?.

Recordé cuando era niño el alacrán debajo de la piedra que mi curiosidad llegó a levantar y mi miedo, sujetándolo tan fuertemente que llegué a matar antes de que pudiera hacer nada.

Pensamientos cruzados ocupaban mi mente cuando un ladrido vecino a mi oreja me erizó los pelos.

Una cabeza afilada, de frente a mí con sus dientes al aire me miraba furiosamente. Apenas oí los pies que volvieron sobre sus pasos del hombre del lugar que poco antes había estado con el horca tan cerca de mí. Llamó enérgicamente al perro pero no le hizo caso, eso le alarmó y cogió en su mano un mango de madera. La situación me hizo levantarme, el perro se aproximó a mí ladrando con más fuerza y el hombre hizo ademán de golpearme.

Grité nou y caí de bruces sobre mis rodillas entre la paja.

El hombre bajó su palo y agarro al perro poniéndolo detrás de si.

El hombre habló y yo no lo entendí, pero le supliqué, me indicó con un gesto que quedara allí.

Se llevó al perro, al instante estaba de vuelta.

Me volvió a hablar y tampoco le entendí.

Mi actitud era totalmente vulnerable y sumisa.

Mis ojos se llenaron de lágrimas que rodaron al vacío, cuando una vez más mis labios besaron el suelo implorando comprensión a mi dios.

El efecto de sumisión y súplica tuvo su efecto y la agresividad del hombre descendió.

El hombre me agarró por el brazo y me levantó, alzó mi cabeza y mis ojos vieron los suyos.

Me habló otra vez y yo no lo entendí.

No aguanté su mirada. Con la cabeza levantada bajé mis ojos.

Sujetó mi brazo y me empujó para que lo acompañara.

El sol ya estaba amarillo. Me condujo a lo que parecía su casa.

Los perros volvieron a ladrar.

Traspasamos la puerta y entramos en lo que parecía la cocina, me sentó en un soporte de madera y me dio una cunca de leche cuya necesidad yo había olvidado.

Intentando controlar mi respiración bebí tan rápido como pude, me atraganté y la leche pasó de mi boca a mi nariz.

En mis miradas furtivas pude ver un asomo de sonrisa en aquel hombre que en pie no me quitaba ojo de encima.

Me volvió a hablar, esta vez acompañado de gestos, me decía ¿Quién era?, ¿Qué hacía allí?

Le respondí – Alí Jehba – venia de Africa.

¿Cómo había llegado?

Por mar.

El hombre guardó silencio manteniendo la mirada.

Rechinaron las bisagras de una puerta que daba a la cocina y entró una mujer mayor con un pañuelo oscuro sobre la cabeza.

Sorprendida miró con curiosidad a Alí.

Preguntó ¿Quién es?

No sé, dijo el hombre, llegó por mar, seguro que en una patera.

¿Qué vamos a hacer?, preguntó la señora.

Avisar a la guardia civil, dijo él.

Alí cayó de bruces de nuevo, con gestos imploró que trabajaría para ellos.

Los perros volvieron a ladrar.

El hombre se sentó con gesto cansado. No sé, dijo.

Extendió su brazo e hizo ademán de levantar a Alí.

Alí se levantó y volvió a su soporte de madera. ¿Más leche?, dijo él.

Alí negó con la cabeza.

El hombre se levantó y le indicó con señas a Alí para que lo siguiera.

Salieron de la cocina y se dirigieron a una estancia al otro lado del pajar. Allí había un carro, colgados del techo otros enganches, al fondo un caballo se levantó bruscamente.

Alí aprendió a enganchar el caballo, llevarlo de la mano a los montes vecinos, cargar leña, hierba y rastrojos.

Pasado el susto inicial y vistas las intenciones de sus nuevos protectores, Alí cargaba, descargaba, hacía todo lo que le mandaban.

Los perros seguían ladrando.

Al día siguiente a su llegada, dos hombres uniformados habían hablado con el hombre, al rato se habían marchado y no habían vuelto por allí.

En la cabeza de Alí volvió a aflorar su idea de disolverse en alguna ciudad para encontrar algún trabajo y "prosperar".

No sabía como hacer con los que le habían acogido, por su pensamiento pasaba el huir o el decir que quería irse.

Estuvo dos días con estos pensamientos turbulentos, a la mañana siguiente recibió al hombre en el pajar con un atadillo en el que había un paño blanco envolviendo un trozo de queso y una botella con agua.

EL hombre lo miró fijamente, le puso su mano en el hombro y le invitó a entrar en la cocina.

Le dio su cunca de leche y le metió en el atadillo dos trozos de pan, otro de queso y una manta desarrapada.

Los perros volvieron a ladrar, el hombre le señaló un camino y una dirección, le dijo con la mano 2 días.

Alí no sabía si eran suyos los pies que aguantaban su cuerpo, no los sentía.

La fatiga del camino se extremaba por el susto en el cuerpo que le hacía jadear en todo momento.

Su mirada no reposaba en ningún lugar, izquierda, derecha, atrás. Temiendo siempre encontrarse con alguien y deseando llegar para mezclarse con todos.

La sequedad en la boca.

La palidez de la piel.

La taquicardia.

La inquieta y rápida mirada.

La respiración entrecortada.

Estas sensaciones no las sentía diferenciadas, concluían en un estado de desazón angustiosa.

Un recodo sombreado del camino ayudó a que Alí se llevara algo a la boca, se tumbara y se adormeciera.

Las cimas de la cordillera se recortaban en el cielo ahora a contraluz. Tenía que pasar aquella cordillera, Alí pensó que no las cruzaría hasta el día siguiente.

Las sombras se hicieron larguísimas y en una ladera orientada al sur, Alí se envolvió en su manta abrazando el atadillo en su regazo.

Sus pensamientos vagaban por su mundo, recordando su familia, sus trabajos, sus obras, su quietud, Dándose ánimos y haciendo fuerza de que en este otro mundo iba a estar mejor. Su respiración algo entrecortada se fue acompasando y en su mente mundos dentro del mundo.

No dejaba de vigilar aquellas columnas de humo en la ladera este de la sierra intentando evitarlas.

Tuvo que salirse del camino para coger otros.

La cumbre era suave para alcanzar a ver, otra cumbre, esta sí más aguda y próxima.

Desde lo alto, sus piernas temblaban, un extenso valle con la tierra muy arreglada y algún plástico, al fondo una mancha artificial color blanco apagado, rojizo y una boina encima de aire sucio, como el de los incendios. Carreteras cruzaban el valle con intenso tráfico.

Recorrió con la vista el camino que quería seguir para llegar a la ciudad, lo siguió por las zonas más frondosas, nunca agradeció tanto al maíz su protección.

El último mendrugo de pan cundía por lo duro. Estaba cansado, asustado y algo desfallecido.

Llego el momento, de salir a la carretera por la que circulaban varios coches. Hizo una pausa antes de salir, se sacudió las ropas y los botines, arregló el atadillo y se lo puso bajo el brazo, ya anochecía, dio el paso y emprendió la marcha con la cabeza alta, despejada y decidido.

Se cruzaba con algunos hombres y mujeres, lo miraban, él a ellos no, su mirada fija al frente intentaba disimular su inquietud. Ya entre edificios oyó el jolgorio de los niños en un parque.

Los perros no le ladraban, le olían.

Atento a los uniformes para evitarlos, dudó de seguir entrando.

Decidió buscar un refugio por allí, quizás el parque de los niños. Dio vueltas a la plaza.

Unos sopórtales enfrente de los contenedores de basura fue el sitio elegido.

Cajas de fruta vacías al lado de los contenedores, al otro lado cajas de fruta con alguna fruta pasada. Se acercó precavido y ansioso, se agachó de espaldas a la plaza, sus manos nerviosas y temblorosas pasaron la fruta rápidamente de las cajas a su regazo.

Se dirigió al fondo de los sopórtales, ni noto el fuerte olor a orina. Apoyó su espalda en la esquina. La plaza parecía vacía. Miró la fruta, la escogió y comenzó a comerla ávidamente.

Las horas pasaron en un sueño – vela.

El cuerpo pedía más sueño, la supervivencia mas vela.

Ayudó el alba a la supervivencia y Alí aterido de frío y con el susto en su cuerpo volvió sobre sus pasos a la frondosidad del maizal para dar salida a sus necesidades fisiológicas que se hicieron prioritarias a su precaria vida.

El sol deformaba los espacios y disipaba los miedos, el trajín del día comenzaba, los ruidos dejaban de alarmar y todo parecía ignorar a Alí. Esto le dio suficiente confianza.

En pie, se adentró entre los edificios siguiendo las calles que cada vez tenían mas gente y más coches. Siguió el ejemplo de la gente que determinada iba a un lugar objetivo, pronto se dio cuenta de que él no tenía objetivo, aún así, fue de plaza en plaza, suficiente para que en sus huidizas miradas viera algunas personas afines a su etnia. En su caminar, algunos cambios de rumbo debido a esa alerta puesta en su cabeza por los uniformes.

Se paró en una plaza con estanque, envidiaba a las confiadas palomas por su libertad y su comida.

Se acercó a unos "puestos" donde se vendían herramientas, transistores, gafas, corbatas y fulares.

En principio le miraron con desconfianza y extrañeza pero no le inquietó. No dio un paso atrás.

¿Y tú eres nuevo?, ¿De donde eres?.

• Dijo, soy Alí, Mauritano.

• Ah, ¿Cuándo llegaste?

• Ahora –

• ¿Tienes a donde ir?

• No

• Quédate por aquí.

El "bazar", se desmontó en un instante, por la parte de atrás del estanque se veían caminando dos uniformes y dos enormes atadillos ponían pies de por medio, parecían dos jorobas andantes.

Salieron de la plaza por una calle estrecha, todo sol. Un desvío más y un callejón, todo sombra, empinado. Unas maderas a modo de puerta dieron paso a unas estancias llenas de bolsas plásticas de pobre contenido, la que parecía mas cerrada, estaba cubierta, tenía unos jergones que se suponían camas donde dormir.

Alí era todo ojos. Aquí vivimos "seguros", no nos molestan, dijo el de la piel mas oscura, mas atrás una cocinilla de gas hacía de cocina.

Alí dijo que queréis que haga, El otro con talante mas enfadado dijo, enciende la cocina y calienta esas latas.

Alí obedeció al instante.

Un perro se acercó olisqueando y fue despedido con el lanzamiento de un trozo de yeso al que iba pegado un listoncillo de madera.

Alí se acercó con las latas calientes y el de piel mas clara hizo el reparto.

Alí comió en las latas.

Después de comer se tumbaron en sus catres sin decir palabra y así pasaron las horas.

Alí los miraba entre admirado y receloso. Su angustia se había rebajado. Los atadillos servían de almohada para los que dormitaban.

Alí pasó a formar parte del parque con su propio atadillo, conoció a sus proveedores y a la gente de la ciudad que le miraba con curiosidad, otra con desconfianza que le regateaban todo, la que le animaban con la mirada y en ocasiones le ayudaban.

Conoció otros como él, llegados hace tiempo y recién llegados, todos con su historia detrás y con su ideal por delante.

Los papeles llegaron a ser una obsesión y una utopía. Después de varias tentativas, aproximaciones a los uniformes y riesgos pasados, nada avanzaba.

Algún día Alí se tumbaba a dormir con la conciencia recriminándole aquella caja de fruta que no estaba en el contenedor y de la que se había apropiado en un descuido de la chica de la frutería. Le calmaba pensar en el poco daño que había hecho y en lo reparador que había resultado.

Hizo valer para calmarse aquella situación imperiosa en la que la desesperación del hambre le obligó entre el comercio y la mendicidad a intimidar a aquella señora para que le diera la bolsa de la compra.

Un día Alí se sintió especialmente agraviado por el efecto comparativo de cómo vivían algunos con la vida tan fácil, “sin hacer nada” y él con una vida miserable con ganas de hacerlo todo y sin futuro. Y sin ser plenamente consciente se enfrentó con un "cliente" que le quería pagar una miseria por unas gafas que a el le habían costado el doble. Y aunque otras veces había cedido por comer, o se habría callado, indiferente, en esta ocasión afloró su orgullo y se enzarzó en una agria discusión que llamó la atención de la gente que compartía el parque, también de los uniformes que estaban detrás de él.

A la petición de papeles Alí no sabía que contestar, se nubló su mente, suplicó a los agentes, pero el hombre que quería las gafas "gratis", se ensañó en sus razones, dejando a los agentes sin opciones.

Alí pasó a los calabozos municipales, más cómodos y seguros de lo que había tenido hasta entonces, pero aunque la comida la tenía asegurada, la desazón le comía el espíritu.

Un juez en una vista rápida decretó su expulsión del país, como si fuera un ordenador programado con las normas para este efecto.

Fue trasladado a un puesto - frontera en espera de ejecutar la sentencia.

Alí recordaba las penalidades acaecidas para llegar a un "paraíso" miserable, en donde no había sitio para él, pero más se apenaba cuando pensaba en que tendría que volver al sitio de donde había partido hacía 6 meses.

Su orgullo volvió a jugarle su última pasada.

En un traslado de furgón a calabozo.

Alí echó a correr, no oyó el alto, ni siquiera las dos detonaciones a su espalda. Algo se metió en él que en principio no sintió, después sintió un fuerte ardor en su espalda, se le nubló la vista y sintió, sin dolor, que su cuerpo golpeaba el suelo.

Se sentía bien, tranquilo, algo fatigado, la vista al cielo.

Sombras que se movían llenaron su cielo, un esbozo de mueca sonrisa iluminaba su rostro, en un instante por su mente pasaron tantas peripecias desde su niñez, olvidó su cielo, sólo veía dentro de sí, todo se fue apagando y la película de su vida se fundió a negro.



El aire del desierto se había congelado.

Mohamed no pestañeaba.

Al del turbante azul se le habían humedecido los ojos. Tenía el corazón encogido, los dientes apretados daban tersura a sus mejillas. Su gesto crispado, su boca fruncida.

Permanecieron en silencio unos segundos.

¿Cómo te llamas?, Preguntó Mohamed.

Auatif...

Alí era mi hermano menor, juntos salimos de Orán.

Él, buscando algo mejor y defendiendo "lo ganado", no pudo volver.

La caravana continuó su marcha.

Mohamed les vio alejarse.

En su memoria, Auatif pesaba más que Tenerife y Marsella.

En su ánimo una sensación de pesadumbre, de desesperanza.

csl 13/05/02